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"El niño es el padre del hombre;
y desearía que mis días estén
uno a uno ligados a la piedad natural."

William Wordsworth, "Mi corazón salta"
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EL GUARDIÁN (vídeos)

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MUTARI IN ALITEM

jueves, 17 de mayo de 2012

EL GUARDIÁN II y III






EL GUARDIÁN




II













      Puertas abiertas y puertas cerradas, es eso lo que les puedo decir pero está vivo. Ahí mismo donde ellos entran, entraba; me decían que tenía que entrar y ocurría, venía andando desde las escaleras, no sé a qué hora pero al anochecer y me dormía, me producía un sueño irreconciliable aquel recinto que olía a piedra, los altos techos aseguraban todo el calor, era seguro que había un mundo porque los techos y las paredes eran tan altos, tan impermeables y tan certeros como los recovecos de la pared del sótano a la capilla.

Era seguro que no podría con el sopor de las letras paradas como los siglos, siempre a mi izquierda, yo jugaba con ellas, les suponía significados que se podían mover, a la espalda quedaba siempre alguien que te veía si se inclinaba la cabeza o puede que sólo fuese el cansancio por el recreo anterior intensamente largo, profundamente húmedo.

Siempre una sucesión imposible fueron todas las horas de todos los días, lo mismo que una lámina eterna que ahonda en la precisión de lo que ahora tengo que recoger como dato o fisura. Incomparablemente ajena a las preguntas, todo se dirimía en pedazos de escenas: desde la espalda de ellos entro directa ahora de la misma manera que se presiente un cuadro, de la misma manera que son imprescindible miles de notas para un acto final, de una manera tal que es necesario ir a afirmar cómo se relacionan los desconchones de la pared con cada uno de los sentidos y entonces cierro los ojos porque me invaden de repente las leyes en el pasillo que no se llamaba así ni de ninguna manera.

Y sucedía con toda clase de detalles el olor del invierno, la luz somnífera de las tardes cuando no es sólo luz porque con todas y cada una de las horas es necesario referirse a montones de veces, por ejemplo el verano, y hay que darse la vuelta de tan distinta que eres que no te puedes reconocer si en los libros te nombran o porque había tardes que te trajeron en sus pliegues otras figuras, todo eso tiene una marca, yo lo llamo betún, yo lo llamo zapatos, después lo simplifico para llamarlo marrón y más lejos voy y es un ensanchamiento y entro de pleno y me tapo el alrededor y ya los ojos son una caja de lápices con la que se creó el arcoíris o la mismísima Creación.







III














      Fueron unos minutos, tres según las fotografías, yo soy una visitante y lo que me conmueve son piedras de un edificio. Me apoyo en la pared mientras bajo, no calculo los ángulos y estropearé la fotografía, hay un silencio completo y algo desconocido que es el olor a humedad, está siendo distinto a como lo temí: sí puedo entrar; pero al llegar abajo no se ve nada y disparo la cámara de lo segura que estoy de que está. Son vínculos en la sangre todo ese silencio, son puentes indestructibles toda la oscuridad, tiene que ser humano aunque no me hablará, nadie llegó después a mejorar su aspecto y se fue transformando, pacientemente: cuando ya nadie pasa por él, cuando arreció la lluvia que entraba por las ventanas, cuando se congeló convertido en recuerdo y lo tengo que abandonar otra vez, llevármelo comprimido como una imagen que después mostraré como el que exhibe un trofeo. Subí a la capilla tan rápido como había bajado guardando bien el secreto de haberlo llevado a la realidad y tuve que acelerarme para volver a ser “una visita”. El sótano y la capilla estaban siempre ligados por la escalera estrecha que ha sido el punto de condensación entre posible e imposible. Del sótano a la capilla distan todos los hechos que hayan podido ocurrir cuando cerré la puerta. De la capilla al sótano es como volver con la mente vacía dispuesta para la noche porque la luz blanca espectacular que irradian los capiteles, el mármol o las columnas lleva siglos convertida en objeto y nadie la puede ya despertar y si se abren sus puertas se puede comprobar que está desaparecida también la explosión de los rayos de sol de las últimas horas de la tarde, los meses que van desde la primavera al verano.




















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2 comentarios:

Angela dijo...

Pilar me ha encantado tu relato. Por lo que veo tenías "clavado" el recorrido del sótano a la capilla. Cada una recordamos más intensamente ciertos lugares y vivencias.

Un abrazo

Pilar García Puerta dijo...

Así es, Ángela,me encantaría saber cuáles son las vuestras. De todas maneras he empezado según el orden real que yo seguí que fue el mismo que el de todos con la salvedad de que me escapé a ver el sótano por si acaso luego no se podía. Y fueron realmente 3 minutos.

Un abrazo

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